viernes, 3 de enero de 2014

Como del silencio pasé a la revolución de mi amor-propio.

Tú decías que yo era una persignada, que vivía bajo las reglas sociales y los estándares. Decías que solo era una virgen dolorosa, castilla y beata. Que no quería arriesgarme, aprender nuevas cosas… vivir el momento. 
Que me fuera contigo muy lejos que olvidara los protocolos que solo te siguiera a ti, ya que tú eras el amor mío encarnado. 

Decías que yo estaba ahí siempre parada en la orilla del miedo, observando pasar la vida al lado nuestro. Decías que solo sabía llorar, que solo estaba dispuesta a sufrir el saber que todo este tiempo era prestado y decías ¿Dime qué tiempo no es prestado?

También decías que me amabas, y que siempre estarías a mi lado, decías que yo había venido a revolucionar tu mundo y que todo había adquirido un nuevo significado.

Decías que solo existía este precioso instante en el cual había un beso entrelazado, decías que observara que fuera cómplice de lo que existía.
Que no solo me pasara llorando por lo que se iría.

Decías que era hermosa, que era inspiración, que era magia pura. Pero también decías que no podía yo tomar mis propias decisiones, que era una miedosa, una puritana una escandalizada.

Entre todas tus palabras, y tus comentarios me hiciste sentir pintura, algunas veces yo era música, y otras veces escritura. De vez en cuando salíamos a que el frío nos regalara besos en la nariz, y otras veces solo aguardábamos acurrucados el pasar de las horas.

El terrible pasar de las horas.
Entre todas tus palabras y tus comentarios me hiciste sentir avergonzada, me hiciste sentir una puritana, una temerosa. De vez en cuando salíamos y nos regalábamos el frío de la indiferencia, aguardábamos acurrucados dándonos la espalda entre muchas lágrimas en el absoluto silencio, el pasar de las horas.

Entre todas las joyas preciosas y las calamidades que me diste vertidas en artes o en historias que tanto me gustan o me disgustan… Me di cuenta que tenías razón. Que yo no estaba dispuesta a arriesgarme a perder lo que ya tenía (si es que algo tenía) por seguirte. Que al menos entendía que esas reglas sociales hasta cierto punto me protegían que de pronto un buen día solo te marchases y me quedara desprotegida…
Y yo me hubiese quedado esperando en la orilla de la incertidumbre, pensando, si volverías… y no sé cuánto tiempo hubiese tardado en recuperar mi camino.

Si es que alguna vez lo recuperaba…

De todas formas te fuiste. Y mis reglas sociales, lo casto y lo beato tan criticado me protegieron de una caída solitaria. Tardé 356 días (tal vez unos diez más o menos no lo recuerdo exactamente) en volver a intentar seguir adelante.

Fuiste como todos los que antes cruzaron mi camino. Viniste a hacer una revolución y esperabas que solo lo aceptara y ya, sin conflicto. ¡Claro que me conflictué! ¿Venías a romper todos mis paradigmas y no esperabas que tuviera reacción? Tal vez si no me importasen tus palabras o tus ideas tuvieran un peso en mí al considerarte una figura importante de opinión, no hubiera más que evadido. Pero eso hago yo. Entrar en conflicto.

No acepto unas ideas solo así, ni solo las doy por hechas. Romper los paradigmas eso implica, que haya grandes quiebres.

Tal vez mi error fue que esperaba que tuvieras la mínima madurez de entender que estaba pasando, y que todos esas ideas nuevas tuyas y mis ideas (fundamentalistas dijiste…) tuvieran algún punto un acuerdo.

Pero no pudiste con eso. Solo te fuiste.
Me quede con mis trescientas ideas en conflicto en medio de un mar de lágrimas irresolvible y con todo el peso de saber si era o no lo correcto. Si no solo estaba perdiendo la oportunidad de tener al amor de mi vida y que no existía nada más que eso… que esa era la verdad…

Tal vez debería haberte seguido… solamente, Sin cuestionar. Así, como dicen que debe ser lo correcto, como ha sido por años sin cuestionar, como todo en este mundo. Solo seguir. No hablar, sonreír y tal vez mirar a los ojos de vez en cuando.
Creo que solo pensar en la idea hace que te odie. Y sobre todo hace que me odie más.
Al tu renunciar a mí, tal vez esperabas que solo doblegara mis manos, acallara lo que yo creía correcto, rompiera las reglas establecidas con tildes sociales y solo te siguiera por el temor de no perderte.

Unas dos veces (tal vez más) fui y di dos pasos hacia ti. En otra ocasión hasta di diez, en otra más recorrí un largo trecho.

Fueron los pasos más dolorosos que jamás antes di.

Pero siempre volvía la razón para mí, el conflicto que existía en mi no era tan fuerte como el saber que esa no era la forma de hacer las cosas y que tendría que aprender a caminar sola.

Interesante concepto.

Tal vez en ese momento estaba perdiendo el amor de mi vida, que jamás iba a volver a encontrar a alguien que me diese tanto amor y tanto odio hecho una misma cosa. Que no iba a estar jamás con mi alma gemela, y que estaría condenada a vagar siempre sola hasta que se acabase mi vida.

Pero ese medio, ese dolor, ese conflicto lo volví fuerza. Cree una resistencia en mi corazón para que yo misma me abrasase. Me di cuenta que tal vez si, perdía a una persona que me había acompañado tanto tiempo, pero también entendía que estaba ganando una compañera que me iba a acompañar siempre.

Yo.

Al no seguirte respete mis creencias. Guardé silencio, entendí las tuyas. Guarde silencio.

Observé como los conflictos que me estaban atormentados sencillamente se quebraban ante mis ojos. No había conflictos, solo estaba quedado de acuerdo conmigo misma y yo tenía que ser sabia para que aquello que me conviniera fuera lo que elegiría.

Convenir en todos los niveles, aquello que me trajera paz, que me trajera amor, que me trajera claridad.
Que me trajera silencio.

De ti, no supe más que tres veces más que volviste tus pasos a mí y fingiste amnesia de todo lo ocurrido, ahora yo solo era tu amiga. Estuvo interesante, fue gracioso tener un amigo, pero era más interesante que yo no podía recordar demasiado detalle de lo ocurrido ni que tampoco era importante hacerlo. Solo eras una persona que pasaba por mi camino y yo seguía el mío.

Creo que entendiste por fin que yo estaba en silencio, que las reglas sociales tan criticadas por ti no eran solo aceptadas por mí sin reflexionarlas, sino que yo había buscado acuerdos entre yo, el espíritu, yo la carne y yo la persona social que habitaba en este mundo.

No vi tu cara otra vez. A veces volteaba a mirar al horizonte y les pedía que estuvieras en paz, les pedía que estuvieras bien. Y luego… olvide pedir por ti y solo lo hacía por todas las personas que me habían enseñado algo en el mundo.

De pronto me di cuenta que había olvidado tu nombre, y luego tu cara, luego tu voz y por último solo recuerdo ideas.

Ideas que ahora en este momento escribo para no dejarlas morir como muchas historias de este mundo.