miércoles, 8 de mayo de 2013

II:

Como un clamor distante, escuché tu último suspiro,
al estrujar con fuerza tu fina garganta:
escuché el instante que decidió, entregarse al olvido:

Y mis manos cubiertas de sangre,
gloriosas derrotaron mi hastío.
Y tu terrible sonrisa de rosas
fue arrancada a placer mio.

Me ha trascendido tu existencia,
que antes era mi completo martirio,
ahora infinita es mi inocencia
al saborear que al fin te hayas ido.



Cartas a ella: I

Pasaron 14 días desde que te conocí. Tu perturbante mirada me hicieron viajar por un país donde una taza de café era un pecado, donde la carmín de tus rojos teñía los sueños de lunas sangrantes. 
Donde todo era un deseo prohibido. 
Aún así me detuve a mirar. 

No se tu voz, no sé tu afiliación política y solo conozco de ti que deambulas entre los credos personales y la no existencia. 
Eso me han contado.
En mi mente te diviso como un absorbe almas inclemente, como la peor maldición antes vista por las personas. En mis ojos eres el deseo encarnado y la palabra vedada.
Tu eres hierática.
Eres frialdad. Negro sobre negro, vacío y perdición.

Sabes, quisiera nunca haber conocido tu existencia, quisiera no estar deseando tomar esta daga y firmemente atravesarte la garganta con ella. Escuchar tu sangre como un bullicio amoroso y tu cuerpo retorcerse desesperado deseando un segundo retenerse en este terrible mundo.

Pero tu eres cadáver. Tus ojos a pesar de aún proclamar vida, y de alzar fatuas miradas al entorno, están muertos. No brillan. No estoy segura si alguna vez poseyeron algo más que venas, retina músculo y humor vítreo.

Te percibo como deseo puro, que antes de morir en el, te poseyó y te tragó en vida, y ahora eres como una morgue de decadencia andando por el mundo.

Quería conocerte demonio.
Te has vuelto mi deseo secreto, te has vuelto el canalizador de mis pulsiones secretas. Eres la palabra que escucho: tu nombre mientras trato de estar fría e indiferente para no denotar ni por un segundo mis castañeantes dientes que desean arrancarte la piel y que ardo en odio y placer al saberte existente.

Eres belleza.
Toda tu envoltura es belleza. Tú, cascarón, que finges sentir pasiones, solo despiertas las glándulas lascivas:
Yo deseo tomar tus dedos blanquecinos perfectos y pasarlos por mi cabello y enrredarlos, que se queden, que se pudran, que huelan a ti.

Y sobre tu inerte rostro plasmar pinceladas con tu sabrosa sangre formando los cuadros mas bellos.

Y así, te juro que serás arte.
Y por fin, en ese último acto de amor, serás entregada al vacío y olvidaremos tu nombre, para siempre.