lunes, 16 de agosto de 2010

deriva.

 Hubo una vez que conocí el aire, sentí la caricia de sus esporas en mi piel que se perturbaba con su tacto.
Despues de esa religiosa caricia, solo me dediqué a soñar con el volver a sentir la furia de la ventisca,
pero eso ya no fue posible, solo quedó como un sueño amargo recordando aquello intangible...
como ese eco en el cual ya no podía cobijarme jamás.
Pasaron los años, vi los espejos. Muchos eran hermosos y me perdí ante la vana esperanza del abrazo.
Pero todo era eso.... solo espejismos.
Luego, un día en las noches cuando paseaba entre mis sueños,
me di cuenta, que nunca lo había conocido, solo había tenido un perturbante sueño de que así era...
Me entristecí terriblemente, no podía creer que así fuera.
Entonces cuando entendí que en sueños vivía, en la penumbra de la irrealidad, derrotada, cansada, fastidiada.
Justo ahí, justo en el momento en el que menos me creí...
El inquietante uluar de la música, la cadencia de su ritmo, esos ojos, esos terribles ojos....
Pasmaron mi pensamiento, inquietaron mis manos, cerré los ojos, enjugué mis lágrimas...
Supe entonces que no era un sueño, supe que existia.
Me entregué a la deriva.

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